El viaje que no fue


Todo pintaba bien. Pero un día antes de tu llegada me comunicas, Octaviano, que no puedes venir a causa de un pequeño accidente que tiene algo que ver con la ley de Murphy. Eso significa que no podremos hacer juntos una pequeña celebración de lo que Dios nos ha ido regalando durante estos 25 años de oblación. ¿O sí?


Seguro que cada uno de nosotros tenía sus propias expectactivas para pasar uno pocos días juntos (sólo cuatro, pocos dado que no hemos encontrado ocasión desde que terminamos nuestra formación en Pozuelo) con la excusa de celebrar el evento. Por mi parte había comenzado a preparar un pequeño programa, siempre muy abierto y flexible, que nos ayudara a caminar, rezar, celebrar, vivir… este encuentro. Aquí te lo presento. Quién sabe si con estos medios virtuales modernos (internet, etc.) o los antiguos (oración, etc.) podremos hacer juntos un pequeño itinerario de celebración que calme nuestras ganas de hacerlo juntos codo a codo, o pata a pata, en las fechas que Dios disponga.


El caso es que Roma da que pensar. Y aún me quedan muchos sitios desconocidos que me hubiera gustado descubrir contigo. Los votos, la próxima celebración del Año Santo Paulino, las huellas del Fundador y otros Fundadores en Roma y alrededores, me parecían pequeñas excusas para experimentar juntos una pequeña renovación de nuestras vidas. Allá va lo que el hombre se proponía sin contar con lo que Dios disponía. Muchas de las cosas reconozco que tal vez no hubiéramos tenido el tiempo suficiente y que por otra parte se pueden hacer de otro modo y lejos de Roma.


Y lo primero que me vino a la cabeza es que Roma es la “casa de los apóstoles”. Al P. Jetté le gustaba sintetizar nuestro carisma con las palabras inspiraadas por el fundador: “hombre apostólico”. San Pedro del Vaticano es visita inexcusable, sobre todo estando a tiro de piedra de la casa general. Quién sabe si el azar nos hubiera hecho encontrarnos con su sucesor. Pero sobre todo me hubiera gustado seguir contigo las huellas de S. Pablo, paseando la vía por donde entró en Roma, visitando unas excavaciones arqueológicas de una casa romana del primer siglo d. JC bajo la Iglesia que la tradición mantiene que fue su casa, visitando otra donde sitúan su cárcel y la de S.Pedro (que aunque no fuera esa sería algo similar), descubriendo la Abadía de las tres Fuentes (suena mejor su nombre en italiano sin traducción) donde se sitúa el lugar del martirio y finalmente llegando a S. Pablo “extra muros” donde reposan sus restos y tendríamos ocasión de ver todos los preparativos para el año santo. Por supuesto que leeríamos juntos algunos de sus textos y de los nuestros (CC y RR, Fundador) que nos invitan a “ser” apóstoles, cooperadores con el Salvador.


Luego había pensado en las huellas que el Fundador ha ido dejando en Roma. Hay alguien que ha escrito un libro describiendo los lugares pero yo me conformaría con visitar Santa María in Campiteli donde el pobre hombre esperó noticias de las decisiones de los cardenales sobre las constituciones y reglas y se pasó rezando el día porque nadie le avisó del fin de dicha reunión, bendito olvido que nos permite vivir ciertas tradiciones a los oblatos. Luego habría que ver el Quirinal donde estuvo hospedado y la Iglesia, San Silvestre donde fue consagrado obispo y reposa su querido D. Bartollo Zinelli. Y cómo no visitar algunas de las grandes basílicas en nuestras caminatas imaginando el impacto que provocó en Eugenio su visita, especialmente cuando el Papa le ofreció un puesto de preferencia en las celebraciones de la definición del dogma de la Inmaculada.


En la casa General rezaríamos ante la imagen de la “Virgen de la Sonrisa” y las reliquias del corazón del Fundador. Cómo hubiera deseado renovar nuestra oblación debajo del mismo altar en el que San Eugenio y Tempier hicieron su privada profesión, claro que esto todavía lo dejo pendiente por si coincidimos los dos aquí en algún momento. Luego Joaquín te descubriría los diversos misterios de la casa general, el Museo, los servicios de la congregación, ... Ver y charlar con muchos misioneros que habitan la casa y tener la oportunidad de tomar algún aperitivo con el sucesor de S. Eugenio en el gobierno de la Congregación y algunos miembros de su consejo. Y cómo no mirar hacia el futuro y compartir un poco con los escolásticos del internacional y las casas de formación italianas donde algún hispano habita y que son signo permanente de nuestra responsabilidad para pasar el relevo.


Y sentir la urgencia de renovación de la vida consagrada visitando a S. Ignacio y S. Francisco Javier (ahora que los Jesuitas están con su “capítulo general”) y otros fundadores que reposan en Roma. Si nos hubiera dado tiempo ir a Asís donde todo habla de dos que abrazaron la pobreza por seguir al Cristo que amaron y del que fueron amados hasta la “locura” o un poco más cerca a las cuevas donde empezó el bueno de S. Benito que después de tantos siglos sigue iluminando Europa.


También los mártires y los pobres estarían en nuestra agenda, limitada pero incompleta si no nos asomáramos a visitar las catacumbas, el barrio de Trastévere, S. Lorenzo que también celebra año santo y tenía orígenes hispanos, y quién sabe si informarnos bien de lo que hacen algunos cristianos “con” los pobres como la comunidad S. Egidio, las hermanas de la Madre Tersa y otras experiencias con los emigrantes. Eso por hablar de lo que conozco y abiertos a las sorpresas que estos encuentros deparan.


No me olvido de María, y es que vayamos por donde vayamos se escaparán muchos pensamientos hacia ella. Sus numerosas imágenes por las calles de Roma, el monumento a la Inmaculada (y de paso vemos Plaza España y alrededores con fuentes, universidades y calles casi míticas), Santa María Mayor y otros recovecos.


No me olvido de la parte lúdica. Nuestro querido Gilberto tenía preparada no se qué botella especial muy prometedora que yo he propuesto abrirla en tu honor para ahogar la tristeza del infortunio (entre los motivos más confesables, claro). Y con Joaquín que siempre tiene en su cuarto algún producto de la Tierra y palabras para animar la conversación, ya sabes. Y cómo no cenar alguna noche en que el tiempo nos acompañara en… bueno, esa es una de las cosas que tendríamos que descubrir juntos dejándonos aconsejar por los numerosos expertos que aquí habitan.


Te estaba preparando un pequeño cuadernillo con textos de S. Pablo, el Fundador, las CC y RR y demás. Ese trabajo me lo has ahorrado, pero seguro que los dos los tenemos a mano y podremos hacer el recorrido aunque nos falte vivir juntos las cosas que esto también es palabra poderosa que nos habla y nos habita: la experiencia. Pero ya te he dicho antes que quizás lo podemos hacer de otro modo y, quién sabe si con otras circunstancias, en otros tiempos.


Termino Octaviano, Fundador de una misión muy querida. Felicidades y gracias.


Chicho

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