MEDITACION MISIONERA DEL PADRE GENERAL DE LOS OMI PARA EL MES DICIEMBRE

Navegar hacia nuevas tierras

Los Superiores Generales, varones, se encuentran dos veces al año. En noviembre, por primera vez compartimos una parte de nuestro encuentro con las Superioras generales de las Congregaciones femeninas. El tema elegido era: "Juntos para el Reino". Los cientocincuenta participantes entraron con determinación en este trabajo común. Me esperaba una determinada apertura tanto de Ellas, como de nosotros a la idea de colaboración, pero la energía con la cual los participantes apoyaron la intención de hacer cosas en el plano inter congregacional realmente me tocó hondamente.

Con todo, no tendría que haberme sorprendido. Recientemente, se presentaron dos proyectos comunes tanto a la Unión de las Superioras Generales (UISG) como a la de los Superiores Generales (USG). A ambos los acogieron con un gran interés. Estos son:
Censo de todas las actividades de los religiosos en favor de las víctimas del SIDA. Es un trabajo que ha ocupado todo el año 2006, y que aún sigue. Este balance debería darnos más peso ante las distintas organizaciones que trabajan en este ámbito, especialmente en las Naciones Unidas. La Iglesia Católica es la protagonista más importante en la ayuda, pero no está unida, tenemos un acceso mínimo a los recursos y a menudo tenemos también la prensa en contra, en detrimento de las personas que servimos.

La petición, que nos hace la Conferencia episcopal de Sudán del Sur, para ayudarles a reconstruir su país y su iglesia, en particular fundando un colegio para la formación de profesores, un hospital, etc. Al respecto, tomaremos una decisión en 2007.

Estos dos proyectos superan los medios de cada congregación, incluido los de las más grandes. La confrontación con las urgencias de la misión hoy, hace inaplazable nuestra colaboración. Hay cosas que podemos hacer solamente juntos; debemos ir más allá de nuestro pequeño mundo. Además de los dos proyectos mencionados, hay numerosas tareas que exigen colaboración, y afortunadamente en muchos ámbitos ya hay una tradición favorable en este sentido. Tenemos que colaborar, y lo hacemos ya, hasta cierto punto, en la enseñanza académica, en la presencia en las Naciones Unidas, en los cuidados a los religiosos enfermos, en la formación de los tesoreros y formadores, y otros casos similares.

Naturalmente que surgen muchas preguntas. ¿Que ocurrirá con nuestra identidad y carisma? ¿Quién garantizará el liderazgo? Un proyecto que pertenece a todos, fácilmente puede convertirse en un proyecto sin responsabilidad definida. ¿Cuáles pueden ser los modelos convenientes en el compartir internamente en nuestras comunidades? y ¿Cómo se percibe el lugar de los laicos en este tipo de colaboración?

La principal preocupación fue quizá la siguiente: Tales grandes proyectos, ¿Podrían un día convertirse en un tremendo asunto anónimo, a imagen de las sociedades multinacionales, y en consecuencia carecer de su espíritu? La respuesta debe venir del corazón. No creo que los que nos pidieron emprender la osada aventura de los enfermos de SIDA, o reconstruir la Iglesia y la sociedad después de la guerra del Sudán del Sur, fueran puros técnicos, "sin espíritu". Al contrario, el sonido de estas voces era, para mí, una llamada para alejarme de una visión cómoda y limitada de la vida, y partir "hacia alta mar". Está a tono con el Adviento. En el mundo de hoy, muchas buenas voluntades trabajan para responder a las necesidades tanto físicas como espirituales de los pobres. Las congregaciones religiosas pueden y deben ser una parte comprometida en este trabajo, pero sólo es posible si aprenden a trabajar en estrecha colaboración entre ellas y con otros.
Alguien nos recordó que en la tradición cristiana oriental se percibía a todos los religiosos como componente de una sola realidad. Sólo que en Occidente hay una gran expansión de Órdenes y Congregaciones diferentes. Es el tiempo para recordar nuestra llamada fundamental y común a la vida del celibato y la comunidad (dos elementos vistos generalmente como esenciales).

Soplan vientos nuevos. Naveguemos hacia nuevas tierras al servicio del Reino de Dios que viene.

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